martes, 8 de enero de 2013

Un HOMBRE, un SEÑOR, mi PADRE.

Y llegó el día. El que tanto aborrezco. El que quisiera evitar. El que quitaría del calendario. El que me recuerda. El que me hace llorar. El que me entristece. El que me convierte en melancolía. El que me vence. El que me gana. El que me tortura. El que me daña y devuelve a la realidad en la que, por más que lo desee, no volverás. Por más que intente, en estos catorce años, no he conseguido sacarte una pega. En mi mente, sólo salen momentos preciosos, llenos de risas y algún castigo, pero merecido. Eras una persona que no merece mas que ser alabado por tu humildad y tus ganas de ayudar. Aun recuerdo con añoranza, cómo me apartabas el pelo de la frente, para besarme al darme las buenas noches. Tus manos tan suaves me apretaban cuando íbamos de paseo. Disfrutaba pasando ratos contigo. Jugando y aprendiendo. Cantando y divirtiéndonos. Tus lecciones y tu lucha continua para ayudar a superar mis tropiezos. Recuerdo nuestros viajes. Nuestras tardes juntos. Nuestra colección de monedas. Nuestras partidas de pelota. Nuestros cuentos. Nuestra manera de querernos, de ayudarnos, de ser felices. Por ello, no me sale queja alguna. Fuiste un HOMBRE, un SEÑOR, un PADRE. Y ahora yo soy una hija que arrastra tu legado. Tu humildad y honradez. Tu empatía y tu saber estar. Llegó el día. Otro año a sumar sin tí. A recordar lo que, con tu despedida, quisiste enseñar. Cada día, desde hace catorce años, lucho por disfrutar esta vida, mi gente y adorar lo que hago y a quien quiero. La vida no dura lo que uno espera... Porque si por mí habría sido, aún seguirías conmigo. Pero toda parte mala tiene algo positivo, y es lo qué valoras las cosas, los días, las personas. Hoy, una mención especial para tí, papá, gracias por hacerme quien soy, aunque tu recuerdo duela. Gracias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario